DESTACADAS 21/04/2019

Parque Monte León: Vergonzoso destrato a especialista de destacada publicación

Desde hace meses venimos denunciando los nulos servicios y el pésimo estado del camino en el ingreso al Parque Nacional Monte León. Un especialista de la destacada publicación "Mochilas y Caminos" narró las peripecias que debió afrontar en su visita al lugar, e incluso que debió dormir a la vera de la Ruta 3 en los carteles de acceso.

Ricardo Gaustein es Guía de Turismo. Egresado de la Universidad de Morón desde hace meses se propuso el desafío de unir los Parques Nacionales de la Argentina, a bordo de su bicicleta, y crear así conciencia sobre las bellezas naturales de nuestro país y el cuidado que debemos dar a kilómetros y kilómetros de reservas naturales a lo largo y ancho de nuestro territorio.

Sus experiencias las publica e un sitio especializado que se llama "Mochilas y Caminos" que cuenta con miles de seguidores y profesionales vinculados a la actividad turística y el cuidado del medio ambiente, además de grupos y entidades del rubro turístico.

En su última publicación, el destacado bloguero dejó en evidencia las peripecias que le tocó atravesar al intentar visitar el Parque Nacional Monte León, a pocos kilómetros de la localidad de Comandante Luis Piedra Buena:

Esta fue su publicación:

Parque Nacional Monte León – Frustraciones y desencantos!

Conocer éste Parque Nacional puede no ser una tarea fácil, dependiendo del tipo de movilidad con el que uno cuente para poder llegar hasta él. Pero cuando, además, se presentan situaciones imprevisibles difíciles de manejar, y no obtenés tampoco siquiera un poco de buena onda por parte de quienes están “a cargo” del Parque, la cosa puede resultar más complicada aún. Y, seguramente, se convertirá en una experiencia que no vas a olvidar.

Alejado 30 kms de la población más cercana, con caminos internos de ripio en muy mal estado (que permanecen cerrados de manera intermitente), largas distancias hasta sus atractivos naturales y la imposibilidad de pernoctar en el lugar, convierten a éste Parque en una opción aún más compleja para quienes, como Yo, deciden visitarlo en bicicleta.

No obstante todas éstas características, no quería dejar pasar la oportunidad de intentarlo, más teniendo en cuenta que la Ruta Nacional 3 pasa justo frente al acceso del Centro de Informes de dicho parque, y del comienzo del camino de ripio que lleva hacia sus principales sitios de visita.

Pero, más allá de todo lo antes mencionado, Monte León me tenía preparadas varias sorpresas para las cuales (honestamente), no me encontraba debidamente preparado.

Lo primero que me sorprendió (y no gratamente), fue la descortesía con la cual fui atendido en la Intendencia del Parque Nacional, en la localidad de Puerto Santa Cruz, hasta donde me acerqué personalmente.

Dado que mi travesía intenta “unir” todos los Parques Nacionales, es habitual que al menos 2 meses antes de mi arribo, envíe un correo a ése Parque en cuestión presentando el proyecto, solicitando información y, además, intentando conseguir algún tipo de “ayuda” o colaboración en cuanto a logística, para poder llevar adelante mi viaje.

Lo cierto es que nadie respondió a mis correos (cosa recurrente con la entidad Parques Nacionales), pero le peor fue saber que habían sido recibidos en la Institución.

El destrato comenzó al ingresar al edificio de la Intendencia dónde, sin alcanzar siquiera a “soltar” el picaporte de la puerta, fui literalmente interceptado por una señorita llamada Lara, quien en cuestión de minutos tan sólo, me despachó dejando en claro que no podría obtener absolutamente ninguna colaboración por parte de ésta Intendencia o su personal.

Al presentarme refirió haber recibido los correos, pero por única respuesta obtuve un: “ah, pero qué, no te los respondí?”, con una sonrisa burlona, demostrando que allí aplica el típico modelo de “empleado público” del humorista Gasalla.

En mi intento por conseguir otro tipo de respuesta, me dice la señorita que el mismo Intendente del Parque había sido informado de mi correo, y que negaba toda posibilidad de ayuda o información adicional. Imposible eso, como el hablar con él personalmente.

Y, para cerrar la muy breve conversación, fui obsequiado con 5 hermosos folletos, que fueron TODO lo que la Intendencia del Parque Nacional Monte León pudo hacer por mí.

No obstante ésto, y sin desanimarme, proseguí mi viaje, con la idea de llegar hasta el mismo Parque y ver allí como se presentaban las cosas ya que, por lo general, suele haber mucha mejor recepción por parte del personal “in situ” que por quienes se encuentran simplemente detrás de un escritorio. Ahora, para mi sorpresa, aquí esa “ley” no se cumpliría.

La segunda “No Grata” sorpresa estaría dada por la escasísima cordialidad recibida por parte del personal del Parque al llegar al Centro de Informes en éste primer intento de visita.

Basta decir que de las 4 personas presentes (guardaparques y brigadistas), tan sólo 2 respondieron a mi saludo de “buenas tardes” (los otros siquiera me miraron), con lo cual mis expectativas decayeron rápidamente.

Habiendo llegado alrededor de las 15 hs., soy informado por uno de los brigadistas (creo que se llamaba Gustavo) que estaba ya próximo al horario de cierre pero qué (por lo demás), el camino de acceso hacia los sitios de visita se encontraba cerrado de “manera indefinida” por encontrarse en muy mal estado (algo llamativo fue que al día siguiente, en el horario de apertura, el camino ya se encontraba habilitado).

La opción con la que contaba era la de recorrer el Centro de Visitantes, que corresponde al antiguo casco de la Estancia Monte León, donde a través de láminas, maquetas y fotografías, se pueden conocer distintos aspectos que hacen al sitio (antiguos pobladores; flora; fauna; historia; etc.), y no mucho más.

Y, aunque es interesantísimo lo que allí se puede aprender, es un recorrido breve, de no más de 20 minutos.

Sin más opciones por visitar, al borde del horario de cierre y sin sitios cercanos para acampar, decidí tentar la suerte y solicitar algún tipo de permiso para poder pasar la noche en alguno de los sectores reparados por árboles que tiene el área de Informes, que son varios y donde una pequeña carpa no generaría ningún tipo de inconvenientes. Pero como ya se podrán imaginar por el tipo de recepción que tuve, el pedido fue totalmente denegado.

Es cierto que el Parque no posee sitios de acampe ni opciones de pernocte (y lo aclara), pero hay siempre “excepciones” que se pueden realizar, aunque aquí el mismo personal me aclaró que ésto era imposible, y que no se hacían “excepciones” de ningún tipo. Salvo claro está, la que encontraría a la semana siguiente, en mi segundo intento de visita.

Porque la cuestión es que, denegado el permiso, mi única opción fue acampar justo al lado del ingreso del Parque Nacional, entre la “tranquera” y la ruta, pegadito a los carteles de bienvenida. Lugar complejo (abierto, descampado y muy expuestos a los muy fuertes vientos que esa tarde soplaban) , y que me tendría preparada aún una sorpresa más.

Ya armado el equipo de acampada, no sólo me percato de una rotura en la bici (que quizás me permitiría de todas formas recorrer los 240 kms sin nada que aún tenía por delante), sino que por un desperfecto en el sistema de cocción que utilizo (un anafe a gas), se produjo una fuga que, literalmente, incendió mi carpa conmigo dentro.

La fortuna me permitió reaccionar rápidamente y salir sin daños. Y el hecho de poseer una carpa compuesta por material ignífugo produjo que la misma se “achicharrara” sin dañar todo el resto del equipamiento que se encontraba dentro. Pero debía pasar la noche allí, con un viento que lo volaba todo. Y, dada la bienvenida que había tenido, pedir colaboración al personal del Parque no era una opción viable en ese momento. Así que decidí reacondicionar la carpa utilizando una lona impermeable que tenía, y pasar de todas formas la noche allí, para al día siguiente regresar a Comandante Luis Piedra Buena, a unos 30 kms de distancia.

Éstos percances me demandaron poco más de 10 días de espera en éste hermoso pueblo, donde una visita previa me había regalado ya algunas amistades, las cuales inmediatamente me tendieron una mano enorme para poder resolver los inconvenientes y, además, permanecer allí durante el tiempo que fuera necesario.

Reparado el porta alforjas delantero, y equipado con una carpa que un amigo me enviara desde Buenos Aires, proseguí viaje, con la idea de unir Comandante Luis Piedra Buena con Río Gallegos, pero volviendo a tentar la suerte en una visita a Monte León, receloso por lo antes ocurrido, pero obstinado y convencido de aprovechar la única oportunidad que tenía para hacerlo.

Así fue que llegué al Parque por segunda vez, pero temprano, como para intentar realizar la visita, salir a tiempo, y buscar un lugar donde acampar libremente. La expectativa era poca, y las ganas de interactuar con el personal, ninguna. Pero en ésta oportunidad, el equipo de trabajo que allí se encontraba estaba compuesto por otro grupo de personas diferente al anterior, y la cordialidad y predisposición para asisitirme y brindarme información se notaron inmediatamente. Y yo creo que aún más, cuando mi cara de desconcierto fue evidente, al encontrarme con un ciclista alemán que había pasado la noche acampando dentro del Parque. He ahí la confirmación de que siempre, en todos lados, hay excepciones!

Quizás fue tan sólo cordialidad. Quizás fue intentar reparar las malas experiencias anteriores. Quizás un poco de ambas, no lo sé, pero ya en ésta oportunidad, fue el mismo Equipo de trabajo del Parque el que me invitó a realizar el paseo hasta el sector de la “pingüinera” (lo único habilitado de momento), aprovechando el viaje en camioneta que uno de los Guardaparques debía realizar, y pudiendo dejar así mi bicicleta a buen resguardo.

Obviamente, no había tiempo de dudar. Cámara de fotos en mano, Michael (el ciclista alemán) y Yo, abordamos el vehículo, y disfrutamos cómodamente de un recorrido de unos 20 kms de ripio qué, de ir con nuestras bicicletas, nos hubiera demandado todo el día, y un esfuerzo físico importante.

Luego de caminar por un sendero a través de la estepa patagónica, y muy a pesar del viento que ese día soplaba con una fuerza inusitada, disfrutamos de las vistas que la playa y los acantilados regalan en ese sector del parque, donde miles de pingüinos nidifican y permanecen durante el verano. Fue un paseo corto, por el clima y porque nos esperaban para regresar, pero al menos pude conocer el único sector que estaba habilitado al público, y evitarme el esfuerzo de pedalear en el ripio, con un día climáticamente muy complicado.

Vale aclarar también que si no hago mención a los nombres de quienes en ésta oportunidad sí me atendieron cordialmente y me brindaron semejante oportunidad, no es por mal agradecido, sino porque no quisiera comprometerlos de mala manera en un lugar de trabajo donde (evidentemente), el trato mediocre es moneda corriente. Pero agradezco a las personas que hicieron posible mi visita a ese lugar, y espero que logren contagiar a más personas con su forma de trabajar!

Más allá de todo lo sucedido, y de haber podido finalmente conocer al menos una parte de Monte León (que ya luego les mostraré en otro relato), la experiencia fue claramente enriquecedora: no he de bajar los brazos en el primer intento, muy a pesar de las negativas o problemas que se presenten en el camino.

Hasta pronto!

Desencanto y frustración al visitar Parque Nacional Monte León

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