Guanacos: estudios revelan los misterios de la migración ancestral de la meseta a la estepa

¿Por qué hay grupos de guanacos que migran estacionalmente y otros deciden no hacerlo? El uso de modernas tecnologías de monitoreo nos permiten observarlos y entenderlos.

Foto: Franco Bucci

Si creciste en una familia que viaja cada verano aprovechando las vacaciones, hay una alta probabilidad que sigas con esa tradición siendo adulto. Vamos adquiriendo de nuestra familia, de nuestro círculo, las costumbres y los hábitos que después replicamos. Resulta interesante conocer que las herencias culturales, familiares, también suceden en la naturaleza. 

En el noroeste santacruceño, un grupo de especialistas trabaja hace tres años para conocer las rutas migratorias de “los bichos” más representativos de la región patagónica: los guanacos. Las poblaciones alrededor de la meseta del Lago Buenos Aires, tienen la característica de desarrollar migraciones ancestrales, que heredan de sus propias familias y son estacionales. Sucede lo mismo con los individuos que pertenecen a familias que no migran: ellos tampoco sienten la necesidad de hacerlo.

Los estudios obtenidos “indican que existen dos grupos de guanacos: los que migran y los que no lo hacen”, explica Emanuel Galetto, coordinador de Conservación en el Proyecto Patagonia de Fundación Rewilding Argentina. La información obtenida de los 25 individuos que portan collar con GPS dice que “algunos residentes no migran, que nunca suben a la meseta (1000 y 1200 msnm), sino que se quedan en la estepa, en las partes bajas (700 y 400 msnm). “De los 25 marcados, más de la mitad, suben a la meseta y luego bajan en invierno. Hoy ya bajaron todos, esto nos indica que arriba está todo congelado y se mantiene más la nieve”.

Pero, ¿por qué lo hacen? Emanuel explica que “las migraciones son algo cultural, ancestral. Se van pasando de generación en generación. Una migración en la que algunos grupos se desplazan hasta 70 km, demanda un gasto de energía muy grande para cualquiera de los animales, ya que, dependiendo del individuo, esto puede durar entre tres y cuatro días, hasta un par de semanas. Algunos individuos caminan un poco y paran a comer y descansar, haciendo paradas largas en el medio, mientras que otros van más rápido”. Sin embargo, cada año lo hacen. 

“Las hembras paren arriba, los chulengos (cría del guanaco) nacen ahí y comienzan a bajar con el grupo familiar. Lo más probable es que el próximo año vuelvan a subir con los padres o el grupo familiar y ya comienzan a tener esa cultura de subir y bajar dependiendo de las temperaturas”, explica el técnico. 

De la misma forma, “hay familias enteras que no migran porque prefieren quedarse en las zonas más bajas y no gastar esa energía en subir, y esta información (de no migrar) la van pasando a sus descendientes”.

Otra característica es que los migratorios tienen un comportamiento particular: cuando llega el verano a la meseta, son un grupo familiar estable: un macho dominante y varias hembras con sus crías, en un territorio establecido. “Pero cuando bajan, cuando están en el momento de descender de la meseta, se juntan en grupos de cientos de bichos”.

Además del dato cultural de estas migraciones, hay información muy valiosa que el equipo de Conservación ha podido obtener. Y es que, a partir de combinar imágenes satelitales de producción vegetal “con las localizaciones que proveen los GPS de los collares que colocamos en los guanacos, encontramos que por encima de los 800 m de altura, la producción vegetal presenta en verano mayor producción de masa verde con mayores proteínas y mejor densidad de vegetación en la meseta. Entonces los animales que suben, aprovechan esa buena disponibilidad arriba de la meseta”.

Contrariamente, en las zonas por debajo de los 600 msnm, la producción vegetal presenta un pico durante el invierno, por lo que en la meseta baja, se comienza a tener mayor productividad de vegetación verde. Entonces, los guanacos que pasan el verano en las zonas altas y el invierno en las zonas bajas logran estar todo el año donde la producción vegetal es relativamente alta.

Otra información obtenida mediante el monitoreo con los collares, es que “los animales que migran, lo repiten casi todos en la misma época y todos los años suben y bajan en los mismos sectores. Si un macho y una hembra suben a la meseta, van a repetir al año siguiente, porque ya conocen para donde huir, donde refugiarse, donde tienen agua, donde está la mejor pastura”. 

Emanuel explica que “el área de la Estación Biológica ‘El Unco’ es la que tenemos más estudiada y es la que hacen casi todos los guanacos que marcamos sobre la meseta: descienden hacia los bajos del río Blanco. Estamos trabajando para conocer si en los cuatro puntos cardinales de la meseta, se sigue dando ese comportamiento”.

Un tema que jamás deja las agendas es lo que se produce cuando la vegetación está expuesta al pastoreo intensivo durante largos períodos, o sin períodos suficientes de recuperación. Se lo conoce como ‘sobrepastoreo’. Y es ahí donde reside otro punto vital de estas migraciones estacionales, porque lo que permiten es que la vegetación “se recupere”. Tener menor cantidad de animales en distintas épocas del año, “proporciona una mejor condición para que las plantas puedan semillar y al año siguiente, exista una reposición de vegetación nueva. Cuando vuelven a subir, ya existe vegetación nueva que está adaptada a tener esa carga de guanacos”.

Se trata de proteger el delicado equilibrio. Además de la investigación científica y el exhaustivo seguimiento, hay otra acción importante que realizan en el equipo de Conservación. 

Si volvemos al legado entre generaciones, podemos inferir que, los chulengos que nacieron ese año en la meseta y que acompañan a los guanacos que bajan a la estepa, aún no aprendieron a saltar los alambrados. “Arriba en la meseta casi no hay alambrados, entonces al migrar, se encuentran con un montón de barreras. Incluso hay lugares donde no pueden seguir bajando y si llega una nevada grande, como no saben saltar, quedan enredados en los alambres, y son cientos de guanacos los que terminan muriendo”, explica Emanuel. Entonces lo que hacen es “retirar los alambrados internos, al menos dentro de los campos de la Fundación y promover la utilización de alambrados más bajos”.

“Nos interesa que esta conducta migratoria ancestral se sostenga a largo plazo. Queremos proteger las rutas migratorias”, explica Galetto, para que los campos se recuperen. En ese ciclo virtuoso, el guanaco repetirá su ancestral rito migratorio. “Es lo que necesitamos: ecosistemas funcionales y completos que nos ayuden a mitigar un poco el cambio climático”.

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